17.- UNA HERENCIA. UNA CASA.
Recordó aquella tarde en que, ella, que nunca recibía nada, el cartero le trajo un sobre lacrado, todo lleno de sellos, el cuál contenía en su interior, una citación a una dirección desconocida en una ciudad a la que jamás había oído nombrar…
Loma Blanca -eso es en las sierras- alguien dijo- no conocía a nadie allí… ni el lugar siquiera. Pero todos decían -tenés que ir- yo te llevo. Les contestó que aún no sabía que haría… no estaba segura.
Llegó el día de la cita, y allá fue con su escaso conocimiento de la ciudad, con la angustia que ésta siempre le producía, tomó un bus que llegaba hasta Santa Elena, la ciudad que estaba en la dirección, una vecina de asiento le preguntó algo para entablar el diálogo… ella encantada le contestó, inmediatamente… comenzaron a conversar, con toda su ansiedad le preguntó sobre Loma Blanca, ¿era un paraje? Una estación? No, no - contestó la señora-es una casa que verá usted dentro de un momento, que digo casa, una mansión… es de una vieja medio loca- esto último, si estaba asustada- terminó por espantarla… Luego de un largo trayecto-le dijo- Ahí! Mire, ahí tiene que bajar… buscó su bolso, saludó a la compañera, y bajó ¿Quién de esa casa podría querer algo de ella, una simple mujer de un pequeño pueblito perdido? Estaría equivocada la dirección? - pensó por milésima vez- bueno ya hiciste treinta, haz treinta y uno- decía su abuela- y si… ¡ya que estaba! –
La mansión era –le pareció- toda una cuadra, o más; el portal de entrada era en ochava, cubierto de enredaderas prolijamente cortadas, dejaba ver un interior cubierto totalmente de flores… Hermosísimas flores, se quedó mirando extasiada… alguien de algún lado le preguntó que buscaba… se asustó levantó los ojos y encontró una mirada clara y dulce que le recordó a qué había ido… La señora _ buscó el papel- Dalma Forening, ¿es aquí?... Si, si, pase, usted ha de ser Martina Rovero, ¿verdad’? Si- contestó- era tal el temblor de sus piernas que no podía avanzar… - Quien la acompañaba era Juan, le dijo su nombre mientras caminaban por un sendero cubierto de flores, nunca las había visto tan bellas, y para romper el hielo -se lo dijo- ¡Gracias! - contestó Juan- mi profesión en esta casa es ser jardinero, así que ¡muchas gracias! Le pareció maravilloso, tan amable, pero cada vez se le hacía más incomprensible su visita a ese lugar… Llegaron a la casa principal, (ya que la circundaban otras más pequeñas), entraron… el lujo, el confort, el buen gusto predominaba en ella, pero… ¿Qué querían de ella en ese lugar? Una anciana acomodada en una poltrona con los pies levantados sobre un edredón, la miró entrar, y ella notó que los ojos se le humedecían… Caramba, - dijo la mujer- eres igual a tu padre- ¿Yo?- sssi, eso decían cuando era chica, ahora ya no, nadie lo dice, cómo él ya no está… Eres igual- te lo aseguro- dijo- Pero quisiera saber yo- comenzó a decir Martina- la anciana hizo que callara con un gesto. Ya sabrás para que te he pedido que vinieras, ¿puedes quedarte hasta mañana?... Era la primera vez que salía de su casa sin su marido, no supo que contestarle, era bastante anormal que le propusiera quedarse. ¿Pero es que a ella nunca nadie le iba a proponer algo anormal? Y ella nunca aceptaría salir del lugar que le había sido asignado desde siempre? –Sí, puedo- dijo convencida de que nada raro iba a pasarle, y bueno! Si algo le pasaba en una de esas era algo bueno- pensó- Sintió que todo estaba bien… La invitaron a pasar a una confortable habitación, acomodó su bolso… Y abrió la ventana, un poquito, nomás, para espiar hacia el parque, ¡que belleza, todo aquello!... nunca había estado en un lugar tan bello… bueno, pero aún tenía la intriga de porqué estaba allí… Salió de la habitación y encontró la mesa puesta con tres tazas de finísima porcelana… tomaron té con masas, que parecían exquisitas pero Martina no podía disfrutarlas… Era tal la mezcla de ansiedad, temor, incertidumbre, que apenas podía beber el té… Juan solícito, trataba de allanarle el camino al diálogo, ya que la anciana, no parecía tener mucha paciencia para contestar sus preguntas… En realidad lo que quería era contarte una historia_ dijo la anciana- revolviendo con fruición su té, cómo si la que debiera estar nerviosa fuese ella… pensó Martina.
Bueno, mira, yo conocí a tu padre, cuando joven, fuimos novios o algo así… pero mis padres no permitieron nuestra relación, eran otras épocas, mi padre hizo que nunca más fuera al lugar donde lo había conocido… tampoco le permitió a él venir a verme, sufrimos mucho, bah! Yo sí, sufrí mucho, creo que él me amaba, pero después de un tiempo cómo todo pasa esto también pasó… Nunca lo pude olvidar… me casé con Andrés Forening, no sé si conoces su nombre, era el dueño de la fábrica de implementos agrícolas de nuestra provincia… habrás visto alguna vez su nombre en alguna máquina, seguramente… Bueno, de este matrimonio, no hubo descendencia, por lo tanto en nombre de todo lo que he amado a tu padre, quiero dejarte en herencia esta casa, pero como apenas te conozco, dejaré pasar el tiempo para saber si realmente será posible que heredes mi casa, y por supuesto habrá alguna cláusula para que sea tuya… Muda, se quedó… Ella! Dueña de esa casa? Pensó- esta mujer está más loca que yo, que acepté venir-.
Dalma, siguió hablando de los planes que tenía para ella, debería seguir las instrucciones de Juan, que era el otro heredero de ella, pero Martina estaba totalmente ausente de todas esas palabras. Se hizo un silencio, que la anciana usó para preguntarle a Juan si podría ocuparse de ella, y repetirle todo cuánto habían hablado, ya que no parecía haberla escuchado, Juan, solícito respondió que no habría problemas… le estuvo muy agradecida… salieron al parque, justo cuando creía que se iba a ahogar… Juan comenzó a hablar, pero al poco tiempo ya estaban conversando de cualquier cosa, menos a lo referente a la proposición de la señora… debió pasar bastante tiempo para que todo estuviera aclarado… Volvió a su hogar después de unos días de ausencia… la esperaban pero, sólo se interesaron cuando ella habló de herencia… hubo proposiciones, planes, pero todo quedó en eso, nada más…
Luego de un largo tiempo otra vez el correo con una citación ante un juez, para hacerse cargo de la casa heredada…con temor y casi arrepentida de haber firmado la conformidad ante un escribano, volvió al lugar… hacía unos cuántos días que la anciana había muerto… ¿Qué haría ella en esa inmensa mansión, sin más compañías que el personal de servicio? Tal lo estipulado por el testamento… comenzó lentamente a desempacar sus cosas, comenzó a darse cuenta que había abandonado su casa… ¡que estaba sola, en aquel lugar casi desconocido! Juan acudió en su auxilio, la ayudó a ubicar su caos, interior y exterior, a cumplir trámites interminables, a comenzar una nueva vida, en la que se sentía, de no ser por él, perdida…
Después de un largo tiempo, en el que pensó que estuvo mal en abandonar a su familia, creyó darse cuenta, que, en realidad había hecho bien… ahora sus hijos venían a pasar unos días a la hermosa casona, acompañados de sus parejas y disfrutaban de ella… De su esposo no tenía ni noticia, ofendido cómo quedó cuando le negó la posibilidad de crear una especie de club-social para sus amigos… Ella era todo regocijo al haber encontrado libertad plena… se sentía espléndida… Había logrado encontrar en Juan al amigo ideal… Desde hacía algún tiempo, la amistad con Juan se había vuelto muy íntima, demasiado tal vez… él le contaba cosas de su pasado, de sus amores, como si quisiera despertar en ella algo más que una mera amistad… jugaba a despertar sus celos, creía que a ella le dolería imaginarlo en brazos de otra… No lo lograba… Martina era realmente amiga de Juan, nada más la acercaba a él, ni a ningún otro hombre… luego de un tiempo él lo entendió… y se limitó a ser su amigo, sin más.
Los días pasaban plenos de tranquilidad y bienestar, cuándo algo vino a perturbar la vida de sus moradores… Juan le había contado alguna vez, que en su adolescencia, se había enamorado de Ángeles, una muchachita que vivía con sus padres en la villa, cómo todos los que trabajaban en la fábrica, casi sin darse cuenta en un atardecer que de tan bello parecía no poder existir otro… cuando las luces del día morían en pos de la noche, los perfumes de los campos en flor embriagaban los sentidos, Juan y Ángeles conocieron a través del amor, la dicha de poseerse... Su padre, los descubrió y esa misma noche Ángeles y su madre desaparecieron sin dejar rastros… con el tiempo, también se fue el padre y jamás volvió a saber de ella…
Aparecía ahora este señor, de cabellos rubios entrecanos, dulce la mirada, el andar con paso liviano, con algunos años menos que Juan, diciéndole, que era su hijo… no pudo creerlo, hasta que éste, describió a su madre, a su abuelo, y todo era tal cuál Leo lo decía, Juan preguntó porqué después de tanto tiempo venía por él… contestó que hacía muy poco, cuándo Ángeles murió, alguien le había contado su historia… Todo estuvo bien, de no ser porque Leo y Martina comenzaron a sentirse atraídos y Juan, que había visto en ella la oportunidad de reencontrarse con el amor, notó en seguida que la perdía, poco a poco, vio cómo aun sin quererlo crecía en ellos algo de lo cuál él estaba fuera…
Sintió la punzada del dolor, como antes, pero nada dijo, como nada había dicho antes, ahora recuperaba a un hijo, del que ni sabía su existencia y perdía un amor, que tal vez nunca tuvo… Leo, de fuerte carácter, irascible, parecía dominar a Martina, sometiéndola poco a poco, Juan, esperaba la reacción de ella, pero tardaba en llegar. Hasta que un atardecer… Juan, envejecido y triste… la saludó de manera mas efusiva que de costumbre… y dijo tener que viajar por unos días… Pasó mucho tiempo cuándo, ya Martina desesperaba que volviera… notó que realmente necesitaba la presencia de él… apartó de su vida a Leo… le rogó que no insistiera en una relación que no podía ser tal… y se quedó nuevamente sola… Lo único que la alejaba de la tristeza de haber perdido el amor, era esa PC. Que no sabía usar… de a poco los jovencitos que trabajaban en su casa le fueron mostrando los secretos… Una tarde comenzó a recibir una serie de e-mails, de un señor que dijo llamarse Raúl, todo fue transformándose casi en un juego, todos los días era el único aliciente para levantarse, poner en marcha la máquina, y esperar encontrar las palabras de aquel señor… No le gustaba la idea, de aquella travesura… era ilógico que a su edad, anduviese en esos menesteres… Pero no hacía daño alguno- se decía- Pasado largo tiempo, nunca habían hablado de conocerse, pero era como si realmente no hiciera falta… conocían sus gustos, sus necesidades, realmente sentían ser amigos… Raúl le había contado que era ex militar retirado, que su esposa era bella y él la amaba, que eran felices hacía muchos años…tenía tres hijos, todos profesionales y muy buenos… Ella a su vez le contó su historia, primero la angustia de su pobreza, mezclada con un esposo que sólo gustaba del juego y poco afecto al trabajo…de sus hijos, ahora ya casados, y a los que ella había podido ayudar, gracias a esa herencia caída del mismo cielo…luego, de la relación con Juan a quien había dejado ir, sin notar cuánto lo amaba… su historia de desencuentro… y ahora nuevamente la soledad… así iban pasando los días… Raúl casi se había convertido en una necesidad… pero él, tal vez aburrido de las mismas charlas, dejó de escribir… Ella respetuosa de su silencio, sólo volvió a enviarle algún recado con saludos para las fiestas… que él ni siquiera contestó…
El atardecer de un día espléndido, de esos que uno lamenta que pasen, cuándo las luces del alumbrado asomaban de a poco por las calles de la Villa, cuándo la brisa suave acamaba las aromosas lavandas en flor… cuándo todo hacía presagiar otra noche de soledad, apareció Juan, con el rostro teñido por la alegría que lo embargaba… sin palabras besó sus manos, luego sus mejillas… mientras ella no lograba reaccionar, pero aún sin preguntas se abandonó a las delicias de sentirse otra vez protegida y amada…
Cuidó él, de que ignorara para siempre que alguna vez, ella… lo llamó Raúl…
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