¡¡Damas y caballeros!! ¡¡Niñas y niños!!
Pasen y lean: podrán admirar las fantásticas actuaciones de la asombrosa trapecista con vértigo, el increíble domador domado, el espectacular escapista que escapa de sí mismo, la contorsionista introvertida, el payaso muerto de un chiste...
¡Pasen y lean, damas y caballeros, niñas y niños! La función está a punto de empezar...
1 CAPIROTE (El hombre bala)
-¡No saldré del cañón hasta que la mujer de mi vida encienda la mecha! -exclamó Capirote enfurruñado.
La compañía entera estaba alrededor del cañón. Habían encendido ya varias veces la mecha, pero nada, Capirote se agarraba a las paredes del cañón y no había manera de que saliera disparado.
-Capirote, no ve que si usted no sale no encontrará nunca a su media naranja -le dijeron.
-¡Me da igual, he dicho que no salgo, y no salgo! -respondió tajante. Y fue lo último que dijo.
Después de casi un mes en el que Capirote permaneció ahí metido, a madame Amulette, la vidente, se le ocurrió mostrarle a la "mujer de su vida" mediante su bola de cristal. La colocó en la boca del cañón y Capirote quedó boquiabierto al verla: era hermosa, era un angelito, un querubín, un ruiseñor celestial... y no era otra que Regina, la trapecista, que se balanceaba en su trapecio al otro lado del cristal transparente de la bola.
Y claro, era todo tan mágico que Capirote se quedó prendado de ella.
A quién, todo hay que decir, nunca antes había prestado el menor interés.
Pasen y lean: podrán admirar las fantásticas actuaciones de la asombrosa trapecista con vértigo, el increíble domador domado, el espectacular escapista que escapa de sí mismo, la contorsionista introvertida, el payaso muerto de un chiste...
¡Pasen y lean, damas y caballeros, niñas y niños! La función está a punto de empezar...
1 CAPIROTE (El hombre bala)
-¡No saldré del cañón hasta que la mujer de mi vida encienda la mecha! -exclamó Capirote enfurruñado.
La compañía entera estaba alrededor del cañón. Habían encendido ya varias veces la mecha, pero nada, Capirote se agarraba a las paredes del cañón y no había manera de que saliera disparado.
-Capirote, no ve que si usted no sale no encontrará nunca a su media naranja -le dijeron.
-¡Me da igual, he dicho que no salgo, y no salgo! -respondió tajante. Y fue lo último que dijo.
Después de casi un mes en el que Capirote permaneció ahí metido, a madame Amulette, la vidente, se le ocurrió mostrarle a la "mujer de su vida" mediante su bola de cristal. La colocó en la boca del cañón y Capirote quedó boquiabierto al verla: era hermosa, era un angelito, un querubín, un ruiseñor celestial... y no era otra que Regina, la trapecista, que se balanceaba en su trapecio al otro lado del cristal transparente de la bola.
Y claro, era todo tan mágico que Capirote se quedó prendado de ella.
A quién, todo hay que decir, nunca antes había prestado el menor interés.
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