jueves, 24 de septiembre de 2009

EL HOMBRE DE LAS CAVERNAS

EN PLENA LUZ

Había una vez un contador de historias
enamorado locamente de una brasileña.
Era un río de palabras...
Agua sonámbula.

Era mi cuerpo antes, después, ahora.
Era una vez un río que me llevaba
hacia el corazón de mi amada,
entrando por sus ojos,
entre sus piernas,
por su boca,
por sus manos abiertas.

Y entraba también por la huella roja
que una escalera dejó sobre su piel blanca.
Una escalera que se abre hacia lo invisible,
hacia lo indecible del amor:
El infierno en sus manos.
Las manos del fuego.

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