jueves, 9 de diciembre de 2010

RELATOS DE INSOMNIO Y ANSIEDAD

6.- ENTRE COPAS

La cerveza se agitaba en el vaso sin que Enrique reuniera el ánimo de beberla. Nunca le había gustado, solo era un parche, solo estaba ahogando las penas en aquella taberna olvidada de la ciudad.

Aún resonaban los gritos de Isis en su cabeza. Tan solo había hecho lo qué le pareció correcto, ¿estaba tan mal eso? Era una ingrata, incluso accedió a escaparse de casa con ella cuando podría perfectamente estar terminando el instituto.
Con un movimiento brusco apuró el vaso, se vació al instante. Masculló para sus adentros, estaba rancia, pero al menos lo distrajo un poco.

Del otro lado de la barra el tabernero lo miraba con una mueca, seguro que ya había notado su intolerancia al alcohol. Que piense lo que quiera, si trata algo yo... haré algo, ya estaba haciendo efecto la cerveza; un solo vaso y se le fue la claridad de la mente, sí que estaba mal.

-Eh ¿Qué pasa amiguito? ¿Por qué bebiendo tan solo?

Enrique trató de ubicar la voz. Un sujeto se había sentado junto a él. Qué chistoso, su cabeza parecía moverse de un lado a otro con la música de fondo. Antes de que supiera qué quería el tipo ya había un segundo vaso de cerveza frente a él. Qué amable al invitarle a otro trago.

-Uh, reconozco esa mirada. Te dejó tu novia- comentó el sujeto.

-¿Eh? Sí, pero no me dejó ¡Me tiró! ¡Me tiró y me dejo aquí!- exclamó Enrique.

-Comprendo. Bueno, a tu salud, hermano- bebió y le dio una palmadita en el hombro-. Nos vemos, gracias por invitarme a esta copa.

Trató de entender qué era lo que no encajaba de aquella frase. El sujeto se marchaba con su jersey volteado hacia atrás, perdiéndose entre la multitud. Cuando Enrique miró los tres vasos vacíos delante, entendió.

-Oye, yo no te invité a la copa!!!!- gritó a lo lejos sin importarle si le había oído.

Siguió divagando con pensamientos incoherentes y tarareando canciones de Los Prisioneros por quien sabe cuánto tiempo. Los recuerdos de aquella noche eran borrosos: una chica lo sacó a bailar, un gorila lo hizo a un lado y le plantó un puñetazo en el estómago. Luces y gente girando a su alrededor y por último una silueta femenina que lo llevó de vuelta a la barra.

-Vaya, nunca pensé que llegaría el día en que te encontraría ebrio- dijo la mujer.

Enrique la miró a los ojos, aquella imagen hizo que le retumbara el corazón. Fue ubicando poco a poco sus rasgos, su brillante mirada, vestida con una camisa con el cuello cortado, los mismos jeans de siempre y las convers. A su lado se había sentado Isis. Sonreía animada. Enrique hundió la cabeza en la barra, no quería hablarle.

-Parece que te dejé muy mal- comentó con lástima-. ¿Te tomaste tú sólo los tres vasos?

-Ja- rió el tabernero a lo lejos-. El idiota no pudo ni con uno. Los otros se los quitó un sujeto.

-Ya veo…Traiga ron, la botella entera- pidió Isis.

El tabernero dejó una botella abierta frente a ella y se alejó a limpiar un vaso que estaba lleno de carmín.

-Más les vale pagar todo- advirtió el hombre.

-¿Qué? ¿Acaso quieres echarme en cara tu resistencia al alcohol?- preguntó Enrique con sorna.

-Quiero que estemos en igualdad de condiciones - respondió Isis, paciente.

Enrique la observó mientras poco a poco iba desapareciendo el ron de la botella. Cuando llegó a la mitad empezó a distinguir el color en el rostro de su amiga. Le vino a la memoria el recuerdo de su primer beso, cuando sus mejillas tenían ese mismo rubor por el alcohol. Con un ruido sordo dejó la botella sobre la mesa y comenzó a tambalearse en su silla. Ya habría vomitado si no fuera por esa cara.

-"Ahoooooga síiiii". Ya, filo con la pelea, hagámoslo simple.

Isis apoyó con torpeza una mano sobre su hombro y se inclinó hacia él para besarlo, pero con solo ron en su estómago perdió el equilibrio y se cayó de la silla.

-¡Is…!- gritó Enrique. Trató de ayudarla a pararse, pero él tampoco tenía sus cinco sentidos. Otro estruendo se sobrepuso a la música del bar. A los pies de la barra quedaron dormidos los adolescentes con sus labios unidos en un tierno beso.

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