viernes, 1 de agosto de 2008

EL CIRCO DE LA VIDA

5 REGINA (La trapecista)

Regina tenía un problema: vértigo. Pero no el vértigo a las alturas, como mucha gente tiene, sino al suelo. Por eso decidió hacerse trapecista, para estar siempre a ras del cielo y no tener que bajar nunca a la tierra.

Regina miraba las coronillas de los chicos del circo y soñaba con una vida al mismo nivel. Con poder susurrar cosas bonitas a alguien al oído y no tener que estar siempre dando voces para hacerse oír.

Aunque claro, ninguno de la compañía se atrevía a subir tan alto.

Ninguno excepto Capirote, el hombre bala, pero siempre pasaba volando a su lado con tanta prisa…

Y ni un hola le decía.

Ni una simple mirada, ni un triste adiós.

Y para colmo, el muy tonto, ya llevaba más de un mes atrincherado dentro de su cañón.

Una noche, mientras el resto de la compañía dormía, escuchó algo. Al principio era un inapreciable susurro melódico, pero después fue incrementando su intensidad. Aquel cántico siguió durante todo el día y Regina, intrigada, preguntó a la gente de la compañía de dónde procedía aquella voz, pero no le supieron decir, pues nadie, salvo ella, la oía.

Estuvo investigando la procedencia de aquella cantinela, y descubrió que sólo la oía en un punto muy concreto: frente al cañón de Capirote.

El hombre bala, desde dentro, le cantaba canciones casi olvidadas, que salían del cañón disparadas y colisionaban con lo más profundo del alma de Regina.

-Capirote…-clamó Regina-¡sube aquí, lánzate!

El hombre bala tardó un tiempo, pero al fin se decidió a contestar: -¡No puedo, necesito que alguien me encienda la mecha! ¡Y cómo me gustaría que fueras tú!

-No puedo bajar. Tengo vértigo –se dijo casi a sí misma Regina.

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