6.- AKFAK
Al despertar una mañana, la cucaracha se dio cuenta… se había convertido en humano.
Sorprendida, observó que sus innumerables patitas habían desaparecido. En su lugar con cuatro lentas, ridículas y horribles extremidades: dos brazos y dos piernas que ni de lejos tenían la movilidad de sus miembros originales. Sus recién estrenadas manos palparon su nuevo torso. La seguridad que le daba la rigidez de su caparazón había desaparecido. Su majestuosa concha, aquella por la que tantas hembras de su especie habían suspirado, ahora era una flácida masa de grasa cubierta de piel. Esta masa se hacía más voluminosa en la zona abdominal, hasta tal punto que no le permitía ver el final de sus extremidades inferiores cuando se ponía de pie. Lo único que la cucaracha conservaba de su antiguo estado de insecto era el pelo. Eso sí, en menor cantidad y sólo en la espalda, los pies y las orejas. Lo peor de todo era el fétido hedor que desprendían algunas zonas de su estrenado cuerpo, ni en la alcantarilla más sucia había olido algo parecido.
De súbito, la puerta de la habitación donde la cucaracha había estado viviendo los últimos años se abrió. Tan deprisa como su nueva fisonomía se lo permitió, corrió a esconderse al baño. Una vez allí el insecto con cuerpo de humano se miró al espejo. Al ver su reflejo una lágrima cayó por su porosa mejilla…
Se había convertido en un ser asquerosa y maravillosamente nuevo. En un ser de otro mundo.
Al despertar una mañana, la cucaracha se dio cuenta… se había convertido en humano.
Sorprendida, observó que sus innumerables patitas habían desaparecido. En su lugar con cuatro lentas, ridículas y horribles extremidades: dos brazos y dos piernas que ni de lejos tenían la movilidad de sus miembros originales. Sus recién estrenadas manos palparon su nuevo torso. La seguridad que le daba la rigidez de su caparazón había desaparecido. Su majestuosa concha, aquella por la que tantas hembras de su especie habían suspirado, ahora era una flácida masa de grasa cubierta de piel. Esta masa se hacía más voluminosa en la zona abdominal, hasta tal punto que no le permitía ver el final de sus extremidades inferiores cuando se ponía de pie. Lo único que la cucaracha conservaba de su antiguo estado de insecto era el pelo. Eso sí, en menor cantidad y sólo en la espalda, los pies y las orejas. Lo peor de todo era el fétido hedor que desprendían algunas zonas de su estrenado cuerpo, ni en la alcantarilla más sucia había olido algo parecido.
De súbito, la puerta de la habitación donde la cucaracha había estado viviendo los últimos años se abrió. Tan deprisa como su nueva fisonomía se lo permitió, corrió a esconderse al baño. Una vez allí el insecto con cuerpo de humano se miró al espejo. Al ver su reflejo una lágrima cayó por su porosa mejilla…
Se había convertido en un ser asquerosa y maravillosamente nuevo. En un ser de otro mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario