5.- TRANQUILAMENTE
Cada vez que me preparaba una taza de café pensaba en ti. Cada vez que pensaba en ti, tú reías. Cada vez que tú reías el cielo, que es muy envidioso, derramaba sus lágrimas durante días para apagar tu felicidad. Tanta lluvia hacía que los ríos se desbordaran. Los peces se mezclaban con las personas y convivían amistosamente en los supermercados, en los parques, en los tiovivos: “¡buenos días señor pez!”, “¡buenos días señor Carlos!” Y como tú odiabas mojarte te quedabas en la cama abrazada a mí. Hasta que poco a poco el cielo volvía a calmarse, las aguas regresaban a sus cauces y los peces se despedían de los hombres:”hasta pronto”. Poco a poco el ritmo de la ciudad volvía a la normalidad. Y entonces tú te levantabas, te ibas y me dejabas. “Me voy a ver el sol”, me decías.
Cada vez que me preparaba una taza de café pensaba en ti. Cada vez que pensaba en ti, tú reías. Cada vez que tú reías el cielo, que es muy envidioso, derramaba sus lágrimas durante días para apagar tu felicidad. Tanta lluvia hacía que los ríos se desbordaran. Los peces se mezclaban con las personas y convivían amistosamente en los supermercados, en los parques, en los tiovivos: “¡buenos días señor pez!”, “¡buenos días señor Carlos!” Y como tú odiabas mojarte te quedabas en la cama abrazada a mí. Hasta que poco a poco el cielo volvía a calmarse, las aguas regresaban a sus cauces y los peces se despedían de los hombres:”hasta pronto”. Poco a poco el ritmo de la ciudad volvía a la normalidad. Y entonces tú te levantabas, te ibas y me dejabas. “Me voy a ver el sol”, me decías.
Y no volvías hasta que me preparaba otra taza de café.
No hay comentarios:
Publicar un comentario