… además de difícil, puede ser…
Ocho horas y pico sin nada que hacer, sin proyecto a la vista. Ningún plan. Vacío intelectual tras terminar un trabajo... su segundero particular avanza muy deprisa. Segundo mira el reloj convencional del estudio. Quedan ocho horas. Ha pasado media hora habitual, han pasado treinta horas relativas. Treinta horas... Segundo siente esas treinta horas como si hubiese pasado una semana. Se empieza a poner nervioso a pesar de su cansancio. Segundo mira el reloj del estudio. Quedan seis horas y media. Han pasado dos horas que su reloj particular marca como doscientas cincuenta horas relativas, con lo cual funciona bien, pasan más horas en función de sus ganas a que termine la espera. Pero para Segundo esas doscientas cincuenta horas han pasado como si fuese casi un mes. Se impacienta y se asusta. Cuando llega el momento de salir del estudio Segundo no puede más, está desesperado, cansado hasta límites que creía inalcanzables. Demolido tras lo que siente como más de medio año de espera. Medio año sin su salvavidas semanal que le permite seguir viviendo.
Pero aún así se pone al abrigo y sale del estudio en dirección a casa de su hermana. Las ganas, la urgencia, hacen que el trayecto que normalmente era un paseo de media hora, en su reloj transcurra en cinco minutos, aunque Segundo lo aprecia en apenas uno. La bienvenida de su hermana, las novedades, la cena, la tertulia... las cuatro horas que pasan juntos pasan en su reloj relativo como veinticinco minutos, aunque Segundo los vive como si hubiesen sido apenas cinco. Cinco minutos en los que, si nos da tiempo a preguntarle, o no pudo por falta de tiempo o no quiso contarle a su hermana cual era su nuevo invento. En el fondo, si nos fijamos, nos daremos cuenta de que en realidad no quiso, ya que evita en todo momento quedarse en mangas de camisa para que su hermana no vea que lleva un reloj sin correa. Quién sabe... quizá si se remangara la camisa y su hermana viera su reloj sin correa y preguntara por él, sólo quizá, se ralentizaría el tiempo un poco. Segundo se sentiría mal al tener que contarle a su hermana lo sucedido y el tiempo no transcurriría tan deprisa. Quizá Segundo piense que su salvavidas dura cinco minutos y que hasta el próximo faltarán unos cuantos años, pero que menos es nada.
Segundo no piensa nada de eso. No le da tiempo, simplemente está viviendo intensamente los momentos felices puesto que son tan breves.
Ya se preocupará luego, cuando lleguen esos otros momentos que duran tanto, los interminables. Tendrá todo el tiempo del mundo para preocuparse. Tendrá todo el tiempo del mundo, más el de su reloj, más el suyo, para esperar los cinco minutos felices y para darse cuenta...
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