martes, 14 de octubre de 2008

TODO ES RELATIVO

… y transformarlos en realidad…

Segundo despertó de su sueño entre sudores y ecos del pasado en los que, por supuesto, resonaba su nombre. Se había dormido en el sofá ajado de cuero, entre montañas de papeles... fórmulas, anotaciones, dibujos, montones de retazos de ideas inconclusas, desordenadas, que quizá nunca llegarían a ninguna parte. Segundo miró todo aquello y pensó “minutos, horas, días desperdiciados”.
El sueño también le recordó que debía llamar a su única hermana viva para asegurarle, como siempre, que iría a cenar el miércoles, como siempre. Pensó en lo agradables que resultaban para él aquellas cenas de los miércoles. Eran como un salvavidas en mitad de la semana, dispuesto a ayudarle a no ahogarse justo cuando había recorrido medio camino. Pero ¿medio camino de qué o hacia qué? Sus sábados y domingos eran idénticos a sus lunes y a sus martes.
Segundo reflexionó sobre ello y sobre la necesidad de la gente a medir el tiempo con cronómetros, relojes, calendarios... Reflexionó sobre las tres o cuatro horas que duraba su salvavidas de los miércoles, tres o cuatro horas que transcurrían en apenas veinte minutos. Recordó los “ven-un-segundo” de su padre, media hora de explicaciones prácticas que transcurrían en unas dos o tres horas. Las reflexiones finales que le acercaban a la conclusión de una idea, días y días que transcurrían en escasos minutos. Y dándole vueltas a lo relativo que era todo pensó que los relojes eran un fiasco de invento, ya que no medían el tiempo tal y como cualquiera de nosotros los apreciamos, y entonces...
“Y si... pero y si...”Y aquí le tenemos. Está ahora feliz con su proyecto, y a la vez angustiado por su deseo de no fracasar en ello. Eso es: Inventar un reloj que mida el tiempo tal y como es, es decir, tal y como cada uno de nosotros lo aprecia. Un reloj que te diga que esa hora que has pasado en el café con un amigo ha sido lo que ha sido en realidad, es decir, diez escasos minutos. Un reloj que te diga que esa horrible espera a que un ser querido salga de un quirófano no fueron tres horas, sino tres horribles semanas.
Eso es... Y aunque frunza el ceño sabemos que está contento y por sus incesantes quehaceres sabemos que está avanzando y que va por el buen camino. Papeles y más papeles, estudios biológicos, bocetos de relojes, la médula, el cerebro, minuteros, el tacto, segunderos, la vista, engranajes, el oído, tuercas, el gusto, llaves, el olfato... Lee, lee, lee, escribe, lee, lee, lee, escribe, prueba, falla, y sigue leyendo...Y un día, al amanecer... concluye.
El pudor y el miedo a que le tomaran por loco hizo que no buscara a alguien en quien probar su invento, aunque sí a quien le ayudara a ello sin saber de qué se trataba ...y ahora había terminado y llevaba una esfera, sin correa, adherida a su muñeca. Si miramos la esfera veremos que es un reloj normal, con la excepción de que no necesita correa, pero lo extraño es lo que no vemos. Segundo ha creado un reloj que está unido a él intransferiblemente, a sus cinco sentidos a través de su médula y, mediante ella, al cerebro. Probablemente si le preguntásemos podría darnos mil explicaciones técnico-científicas, pero su invento es, en esencia, eso.
Un reloj relativo, una prótesis inamovible, un artefacto que ya forma parte intrínseca de su persona y que le da la hora tal y como él la vive.
Lo ha logrado. Segundo se siente feliz y a la vez, triste. Algo normal cuando se termina un proyecto en el que se lleva mucho tiempo trabajando. Está cansado, pero piensa que no por ello dejará de acudir a casa de su hermana a cenar, como cada miércoles. Le dará la buena noticia y lo celebrarán juntos.
Sólo quedan ocho horas y media para el feliz encuentro.

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