martes, 5 de agosto de 2008

UNA MAÑANA SOÑADA

Despiértate. La cama está más fría
y la sábanas sucias en el suelo.
Por los montantes de la galería
llega el amanecer,
con su color de abrigo de entretiempo
y liga de mujer.

Despiértate y escucha en el silencio
como sucediéndose hacía los lejos
se oyen enronquecer
los tranvías que llevan al trabajo.
Es el amanecer.

Se irán amontonándose las flores
y las rosas cortadas vendidas en mil puestos
y silbarán los pájaros –cabrones-
desde su árbol mientras que ven volver
a esa negra humanidad que va a la cama
después de amanecer.

Acuérdate del cuarto en el que has dormido.
Entierra la cabeza en sus almohadas,
sintiendo aún la irritación y el frío
que da el amanecer
junto al cuerpo que tanto nos gustaba
en la noche de ayer,

y piensa en que debieses levantarte.
Piensa en la casa todavía oscura
donde entrarás sin nada de equipaje,
y en la oficina, con sueño que vencer,
y en muchas otras cosas que se anuncian
desde el amanecer.

Aunque a tu lado escuches el susurro
de otra respiración. Aunque tú busques
el poco calor entre sus muslos
medio dormido, que empieza a estremecer.
Aunque el amor no deje de ser dulce
hecho al amanecer,

déjame que encienda una luz
para besarte y verte la cara
en este amanecer
que es un alud,
más grande que el día que me espera
sin poder saborear tu cuerpo de mujer.

1 comentario:

amanece que no es poco dijo...

De momento es un sueño, pero su paso a realidad sólo depende de uno mismo...