lunes, 8 de marzo de 2010

DIARIO DE UN SEGOVIANO EN SÃO PAULO

25.- LA HIPOCONDRÍA, ESA GRAN DESCONOCIDA

La hipocondría es uno de los trastornos más preocupantes de la sociedad globalizada. El individuo hipocondríaco tiende a imaginar que padece alguna enfermedad, exagera cualquier molestia, cualquier malestar físico, hasta el punto de creer que se está muriendo. El primer hipocondríaco conocido fue un tal Enrique Dolor que Tengo, nacido en el manchego pueblo de Las Pedroñeras. A los cinco años exageró los síntomas de un constipado común hasta conseguir que su madre le dejara quedarse en casa en vez de llevarle a la escuela. El éxito de esta estrategia animó a Dolor que Tengo, quien siguió perfeccionando la hipocondría hasta el punto de contagiar a su madre. Consiguió, concretamente, que la mujer cavara un hoyo en el jardín y se enterrara viva, convencida como estaba de que había muerto.

Años más tarde, José "el fiera" Martínez mató a su hermana encerrándola en un microondas lleno de papel de aluminio. Fue acusado de asesinato sin preaviso, y él se defendió alegando que padecía hipocondría. Creía que estaba muerto, dijo, y como ya no le importaba nada, mató a su hermana porque era fea y para divertirse. “Bastante jodido estaba como para tener que quedarme allí quieto aburriéndome”, añadió. El juez Garza, sin embargo, fue un poco más listo que el acusado. Afirmó que él también creía que estaba muerto, y como tampoco le importaba nada en la vida, tenía pensado divertirse un rato viendo como le freían los cojones a José "el fiera" Martínez . Por suerte, el acusado fue condenado a prisión, pero sus cojones quedaron intactos, al ser considerados objeto de culto por aquel entonces.

El doctor alemán Kikleconde Halufre fue el primero en diagnosticar una hipocondría. Hasta aquel momento todo el mundo creía que la hipocondría era una planta de color azulado que crecía en los campos ingleses. Un buen día, en la consulta del doctor Kikleconde Halufre, acudió un individuo que afirmaba haberse quedado completamente ciego por culpa de los lametones de una cabra. El doctor sospechó enseguida del paciente, porque amaba a las cabras, así que lo encerró en una habitación oscura y le preguntó si lo veía todo negro. El paciente contestó afirmativamente. Seguidamente, el doctor llamó a una enfermera y le pidió que entrara en aquella misma habitación. “¿Lo ve todo negro?”, le preguntó Halufre. “Sí, lo veo todo negro”, respondió solícita. El doctor le pidió a la enfermera que llamara a la secretaria para que entrara también en la habitación. Después llamó a otro paciente, luego a la señora de la limpieza y más tarde llamó a su mujer para recordarle que no vendría a cenar aquella noche. Todos, incluida su mujer, lo veían negro. Finalizado el experimento, el doctor volvió a quedarse a solas con su paciente hipocondríaco. “¿Lo ve? Todos ven lo mismo que usted. O usted no es ciego, o bien todos somos ciegos. Si todos fuésemos ciegos los ciegos no irían al médico porque sería lo normal”, le dijo el doctor Halufre. El paciente se echó a llorar desconsoladamente, se dio en la frente con un escalpelo y perdió la conciencia.

Actualmente la hipocondría está castigada por la ley. Fingir un malestar físico puede llevarte a la silla eléctrica en según qué estados de Estados Unidos. En Francia las penas aplicadas a los hipocondríacos son muy duras, y la gente se ha acostumbrado a aguantar el dolor y a no quejarse. Por eso los franceses tienen la frente arrugada, especialmente las mujeres, y hablan con una boquita de piñón.

Recientemente, las autoridades han publicado en Internet un sencillo test para que uno mismo pueda averiguar si es o no es hipocondríaco. De este modo, los que descubran que lo son, podrán entregarse libremente en la comisaría más próxima sin que nada les pille por sorpresa. Reproduzco aquí las preguntas más significativas de este test:

- Si me duele algo, ¿qué hago?

a. Me quejo.

b. Como pistachos.

- Si me rompo una pierna, ¿qué hago?

a. Pido ayuda.

b. Uso la otra.

- Si me sangra la nariz, ¿qué hago?

a. Intento tapar la hemorragia.

b. Me culpo a mí mismo por desperdiciar un recurso natural.

El test puede parecer fácil a simple vista, pero en su versión original las respuestas están completamente desordenadas.

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